Texto en respuesta a
la solicitud de la Coordinadora General de la REDH
Mario Sanoja Obediente
- Iraida Vargas-Arenas
Saber con certeza cuando terminará la pandemia
del COVID19 es, por ahora,
un imposible. Es probable que al igual que las
virosis ocurridas antes, ésta termine conviviendo con nosotros una vez que
entonces pierda su carácter letal. Pero es muy posible y necesario que las
rutinas de la vida cotidiana cambien hacia nuevas formas de compartir con
los otros. La pandemia está
afectando particularmente la existencia de las
y los trabajadores y en general de los grupos sociales menos favorecidos que
constituyen la fuerza que mueve al capitalismo. El capitalismo neoliberal ha
exacerbado la capacidad de unos pocos (el 1% de la humanidad) para enriquecerse
hasta el hartazgo, condenando a la inmensa mayoría de nosotros a
una vida signada por la
explotación desenfrenada. No obstante, esta
pandemia ha puesto de relieve que además de la profunda crisis que afecta a
la economía capitalista –hecho que ya había comenzado antes de la aparición de
la enfermedad- el sistema es totalmente incapaz de enfrentar fenómenos que
afecten a toda la humanidad como sucede con el covid-19. La respuesta que
han dado países como Rusia, China, Cuba y Venezuela nos señala que el
socialismo donde prima la
solidaridad como su valor central, una suerte
de internacional socialista es la única vía posible para salvar no solo a la
humanidad sino también al ambiente de una debacle anunciada. Los avances que está
haciendo en esa vía la Revolución Bolivariana, inspirada en el ejemplo
del comandante Hugo Chávez, han permitido al Presidente Maduro dar la
batalla a la Pandemia con éxito,
profundizando al mismo tiempo en nuestro pueblo
la disciplina y la conciencia
social para el logro de metas colectivas.
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