domingo, 8 de mayo de 2022

  2022.

Ucrania. La guerra lo justifica todo

Por Alexey Zotiev. Resumen Latinoamericano, 4 de mayo de 2022.

En las últimas semanas, el regimiento Azov ha sido repetidamente citado por la prensa occidental que, pese a haber calificado al grupo de supremacista, neonazi o paramilitar en el pasado, lo ha aceptado como fuente fiable. Su fundador y líder espiritual, Andriy Biletsky, ha sido entrevistado por medios internacionales como un político más, su comandante, Denis Prokopenko, ha sido nombrado Héroe de Ucrania y su capitán, Kalina, es la principal fuente informativa para agencias como Reuters para conocer la situación en la acería Azovstal. Pero más allá de la situación en el último foco de resistencia ucraniana en la zona industrial de Mariupol, miembros del regimiento Azov han sido vistos en las sesiones de instrucción del uso de las armas occidentales enviadas al país. La lucha contra Rusia lo justifica todo, incluida la certeza admitida incluso por Estados Unidos, de que una parte de las armas enviadas terminará en manos de organizaciones paramilitares que una vez fueron calificadas por esos mismos países de neonazis, fascistas y supremacistas.

Si escuchamos a Volodymyr Zelensky, y hay que escucharle, ya que es un personaje muy hablador, no hay fascismo en Ucrania. Es más, si creemos sus declaraciones, prácticamente no hay radicales en Ucrania y todos estos chicos que literalmente portan símbolos fascistas del Tercer Reich y se emocionan ante retratos de Hitler [se han encontrado varios en las bases militares capturadas del regimiento Azov en lugares como Berdyansk-Ed] son simples patriotas de Ucrania que están siendo denigrados por la propaganda rusa. Nada más que eso.

Ayer mismo, en una entrevista concedida a los periodistas de la televisión griega ERT, Volodymyr Zelensky afirmó que está agradecido al regimiento Azov y otros “voluntarios”, sean lo que sean, y que cree que prácticamente no hay llamadas al radicalismo en Ucrania. Se puede considerar clave del discurso la palabra “prácticamente”.

Se puede, por supuesto, ignorar la argumentación y los hechos que han repetido en numerosas ocasiones y desde diferentes tribunas representantes de Rusia, que han probado que cierta parte de los guerreros de Ucrania profesan una ideología misantrópica basada en la teoría de la supremacía racial que fue condenada en los juicios de Nuremberg. Parece que, como no tenemos las mejores relaciones en estos momentos, Kiev puede ignorar los argumentos de su oponente geopolítico calificándolos de “maquinaciones del enemigo”.

Pero el matiz está en que Rusia no es el único Estado que ha incluido al regimiento neonazi Azov en la lista de organizaciones extremistas, sino que hay toda una serie de países que, como Japón, alguna vez tuvieron a Azov en sus listas de organizaciones terroristas. Japón está lejos y nadie escucha a Rusia, ¿pero qué pasa con Estados Unidos, la principal inspiración para la lucha sagrada contra el pernicioso legado soviético? ¿Cómo han tratado hasta ahora a estos seguidores de las ideas del nazismo que ni siquiera esconden sus ideas?

La cuestión de si estaban “financiando el terrorismo” surgió por primera vez en Estados Unidos en el lejano 2015, no solo por parte de la prensa, sino entre los funcionarios de la ONU y la OSCE que trabajaban en el país de la victoriosa democracia como observadores y se refirieron a las atrocidades de los miembros de las organizaciones neonazis en Ucrania. Fue entonces cuando el Congreso de Estados Unidos prohibió al Pentágono entregar misiles antiaéreos a Ucrania y armar o financiar al batallón Azov. Los congresistas estadounidenses calificaron la unidad de “repugnante formación Nazi”. Las enmiendas introducidas en la legislación vigente comenzaron a salir a la luz con la publicación de investigaciones periodísticas que hablaban de la ideas abiertamente fascistas tanto del liderazgo como de los soldados de Azov.

El 3 de mayo de 2017, las autoridades estadounidenses, que no querían recibir reproches por financiar a terroristas, aprobaron una ley prohibiendo que fondos estadounidenses destinados a Ucrania fueran destinados al batallón Azov. En aquel momento, ni el Congreso ni el Gobierno de Estados Unidos negaron que los miembros de Azov profesaran la ideología neonazi.

La tercera epifanía de Azov surgió entre los políticos estadounidenses en 2019. Fue entonces cuando los congresistas estadounidenses exigieron al Departamento de Estado que incluyera a Azov en la lista de organizaciones terroristas. El documento fue firmado por 40 congresistas. En su carta, los políticos estadounidenses proponían equiparar a Azov con organizaciones terroristas como ISIS o Al-Qaeda, considerando que Azov tenía una vinculación con el ataque terrorista de Christchurch, que mató a cincuenta personas.

“El batallón Azov es una conocida organización paramilitar ultranacionalista en Ucrania que abiertamente invita a neonazis a unirse a sus filas. Según el FBI, “Azov” ha venido reclutando, radicalizando y entrenando a ciudadanos estadounidenses en los últimos años. La masacre de Christchurch, Nueva Zelanda, ha sido un punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo. En su manifiesto, el terrorista mencionaba que había sido entrenado con el batallón Azov en Ucrania y constantemente lucía un símbolo asociado a él [el sol negro-Ed]. Los dos tiradores de California y El Paso, Texas, afirmaron haberse inspirado en el ataque terrorista de Christchurch. La conexión entre Azov y los ataques terroristas en Estados Unidos es obvia”, escribieron los congresistas.

En general, parece que los políticos estadounidenses comprenden la diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo, pero, por algún motivo, esa comprensión no funciona ahora, cuando la esencia criminal de la formación es más evidente que nunca, y envían a Ucrania armas, munición y asistencia financiera a sabiendas de que, entre los receptores finales de los cargamentos, estarán estos radicales condenados por sus propios diputados.

No quiero hablar del aspecto moral de esta política que siguen Estados Unidos y los países occidentales para mantener el conflicto en el territorio de Ucrania. Es inútil, ya que Occidente se basa en una moral diferente que permite hacer lo que sea cuando realmente lo necesita. Pero hay que hablar del derecho internacional, ese al que los representantes de la civilización occidental tanto les gusta referirse en sus pretenciosos discursos.

Es evidente que hoy Occidente como colectivo está financiando el terrorismo. Puede que fuera difícil probar la situación en Siria, pero en el contexto de lo que ocurre en Ucrania, ni siquiera hacen falta pruebas. Entrenados por miembros de la OTAN y armados con armas producidas en las fábricas de la Unión Europea y Estados Unidos, los nacionalistas ucranianos abiertamente destruyen pueblos y ciudades ucranianas, tapando sus actos escudándose en “luchar contra la agresión rusa”.

Hay que recordar que, en el territorio de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, España y Austria hay leyes que castigan la financiación del terrorismo. En el Reino Unido, Alemania y Austria, se prevén también castigos, confiscación de fondos y propiedades previstas para financiar actividades u organizaciones terroristas y en Estados Unidos y Francia se pueden confiscar todas las propiedades de quien haya cometido ese delito. En el Reino Unido, Estados Unidos, Francia y Austria, esa responsabilidad penal se extiende también a personas jurídicas.

Está claro que a nadie le importa la ley cuando se trata de contener a Rusia. Pero puede que sea el momento de recordar a los europeos que financiar el terrorismo es un crimen tan grave como el propio terrorismo.

Fuente: Slavyangrad

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